A mediados de mayo (2009), primero Rose Gottemoeller – del equipo de la secretaria de Estado Hilary Clinton – y después Obama, pedían a Israel que firmase el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Estos llamamientos por parte de los Estado Unidos fueron totalmente “inesperados” por parte de sus socios israelíes. Esto, unido a la falta de coordinación entre ambos gobiernos, ha causado un gran revuelo en la sociedad judía, en donde se ha agravado la preocupación – siempre presente en este país – y ha ayudado a que surja un creciente nerviosismo en la clase política y los medios de comunicación del estado hebreo.
Algunos se preguntarán el porqué de tal revuelo y a que se debe este poner el grito en el cielo y echarse las manos a la cabeza. Y es que el tema nuclear es harto complicado y excesivamente espinoso. No es posible, tal y como está la política internacional ahora mismo, observar siquiera la petición a Israel de acabar con su tradicional ambigüedad sobre sus arsenales estratégicos.
El rearme, la carrera armamentística y los programas nucleares suponen unas fuertes inversiones económicas, un flujo y reflujo importante de dinero, una inyección a la industria y a la investigación que mueve numerosos puestos de trabajo y a cantidad de grandes y medianas empresas y autónomos. La postura nuclear y el rearme en la estrategia nacional dan prestigio, poder y posicionamiento dentro del plantel internacional. Además, cada país interpreta el desarme de una manera y nadie quiere ser el que dé el primer paso para luego verse sólo o quedarse atrás en un nuevo y futuro rearme.
Esta es la postura, principalmente, de los Estados Unidos que, como en todo, se permiten el lujo de incumplir todos los tratados de proliferación de armas nucleares y todas las estrategias para combatir las armas de destrucción masiva, pero luego exigen al resto el cumplimiento íntegro de todo lo estipulado en dichas materias.
Además de los EE.UU., existen otros cuatro estados nucleares de iure, como es el caso de Rusia, Reino Unido, Francia y China. Estos países tienen programas nucleares permitidos, bajo el compromiso general - de buena fe - de desarme completo, bajo estricto y eficaz control internacional, pero que aún continúa sin fecha concreta y sin ganas, por parte de ninguno, de que se llegue a buen término.
Al mismo tiempo que los Estados nucleares de iure, existían tres estados nucleares de facto, es decir, que habiendo firmado o no el Tratado de No Proliferación, poseían armas nucleares y programas nucleares. Tradicionalmente estos estados han sido Israel, India y Pakistán. Y en los últimos años se han ido sumando Irán, Corea del Norte y Siria.
El inconveniente del estado sionista es que está rodeado de la mayoría de estos Estados no firmantes o incumplidores del TNP – Siria, Irán y Pakistán – que además son sus principales enemigos. Con Siria ha mantenido enfrentamientos desde hace más de cuarenta años por los terrenos de los Altos del Golán. Irán declaró directamente la guerra armamentística y nuclear a Israel en 2006, cuando por boca de su presidente Ahmadineyad decía que “Israel es nuestro principal enemigo. Acabaremos con nuestros enemigos.” Y, por último, Pakistán es hoy día el mayor refugio junto con Afganistán de los controvertidos Talibanes, además de tener el honor de ser el país con mayor número de terroristas islámicos que han declarado la beligerancia directa con Occidente y con todo lo que ello representa.
Si lo meditamos bien, Israel, un Estado más pequeño en superficie que la Comunidad Valenciana y con poco más habitantes que la Comunidad de Madrid - que además de ser la democracia más consolidada del Planeta es una nación que lleva los 61 años de existencia en guerra y tensión continua - está en medio de una de las pocas Zonas No Libres de Armas Nucleares del Mundo, como es Oriente Próximo, y es el único país, de todos los que actualmente tienen programas nucleares, del que no se conocen pruebas nucleares, intentos de ataques o amenazas con bombas nucleares, posesión de cabezas nucleares, ni invasión de ninguna ZLAN (Zona Libre de Armas Nucleares).
Lo cierto es que las declaraciones de la administración Obama han venido a exaltar los ánimos, en vez de apaciguarlos, frente a una realidad que, hasta hoy, no excitaba a nadie. Corea del Norte, Siria e Irán fueron firmantes del TNP y son el claro ejemplo de cómo el que quiere una bomba la puede fabricar, adquirir, almacenar y poseer; son el patente caso de cómo se puede violar el espíritu y la letra del TNP, a pesar de jurar fidelidad al mismo.
Lo cierto es que la cuestión debería ser: Armas Nucleares o todos o ninguno; y que ganara el ninguno por unanimidad. Pero, como eso no es posible debemos centrar el problema en lo importante. Y lo importante no es que Israel firme o no el TNP, porque además puede hacer como otros países y seguir incumpliéndolo a pesar de haberlo suscrito. Ni siquiera el problema son los programas nucleares, ya que, al fin y al cabo, las naciones que los tienen son porque las apoyan cualquiera de los cinco estados miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y ellos mismos les venden los materiales y la tecnología necesarios. El verdadero problema son los regímenes que poseen esos programas. Nadie tiene la misma sensación si hablamos de una bomba francesa o de una bomba pakistaní. Por el simple hecho de que Francia es una democracia asentada y Pakistán va camino de la talibanización y el radicalismo islámico extremo. No es lo mismo hablar del programa nuclear en Israel que del programa nuclear en Irán. Israel es una democracia y un país civilizado y cauteloso, mientras que Irán es una república islámica con ambiciones hegemónicas, dispuesta a emplear a grupos terroristas para conseguir sus objetivos y que no dudaría en usar su programa nuclear para expandir su influencia, le pesase a quién le pesase.
Algunos se preguntarán el porqué de tal revuelo y a que se debe este poner el grito en el cielo y echarse las manos a la cabeza. Y es que el tema nuclear es harto complicado y excesivamente espinoso. No es posible, tal y como está la política internacional ahora mismo, observar siquiera la petición a Israel de acabar con su tradicional ambigüedad sobre sus arsenales estratégicos.
El rearme, la carrera armamentística y los programas nucleares suponen unas fuertes inversiones económicas, un flujo y reflujo importante de dinero, una inyección a la industria y a la investigación que mueve numerosos puestos de trabajo y a cantidad de grandes y medianas empresas y autónomos. La postura nuclear y el rearme en la estrategia nacional dan prestigio, poder y posicionamiento dentro del plantel internacional. Además, cada país interpreta el desarme de una manera y nadie quiere ser el que dé el primer paso para luego verse sólo o quedarse atrás en un nuevo y futuro rearme.
Esta es la postura, principalmente, de los Estados Unidos que, como en todo, se permiten el lujo de incumplir todos los tratados de proliferación de armas nucleares y todas las estrategias para combatir las armas de destrucción masiva, pero luego exigen al resto el cumplimiento íntegro de todo lo estipulado en dichas materias.
Además de los EE.UU., existen otros cuatro estados nucleares de iure, como es el caso de Rusia, Reino Unido, Francia y China. Estos países tienen programas nucleares permitidos, bajo el compromiso general - de buena fe - de desarme completo, bajo estricto y eficaz control internacional, pero que aún continúa sin fecha concreta y sin ganas, por parte de ninguno, de que se llegue a buen término.
Al mismo tiempo que los Estados nucleares de iure, existían tres estados nucleares de facto, es decir, que habiendo firmado o no el Tratado de No Proliferación, poseían armas nucleares y programas nucleares. Tradicionalmente estos estados han sido Israel, India y Pakistán. Y en los últimos años se han ido sumando Irán, Corea del Norte y Siria.
El inconveniente del estado sionista es que está rodeado de la mayoría de estos Estados no firmantes o incumplidores del TNP – Siria, Irán y Pakistán – que además son sus principales enemigos. Con Siria ha mantenido enfrentamientos desde hace más de cuarenta años por los terrenos de los Altos del Golán. Irán declaró directamente la guerra armamentística y nuclear a Israel en 2006, cuando por boca de su presidente Ahmadineyad decía que “Israel es nuestro principal enemigo. Acabaremos con nuestros enemigos.” Y, por último, Pakistán es hoy día el mayor refugio junto con Afganistán de los controvertidos Talibanes, además de tener el honor de ser el país con mayor número de terroristas islámicos que han declarado la beligerancia directa con Occidente y con todo lo que ello representa.
Si lo meditamos bien, Israel, un Estado más pequeño en superficie que la Comunidad Valenciana y con poco más habitantes que la Comunidad de Madrid - que además de ser la democracia más consolidada del Planeta es una nación que lleva los 61 años de existencia en guerra y tensión continua - está en medio de una de las pocas Zonas No Libres de Armas Nucleares del Mundo, como es Oriente Próximo, y es el único país, de todos los que actualmente tienen programas nucleares, del que no se conocen pruebas nucleares, intentos de ataques o amenazas con bombas nucleares, posesión de cabezas nucleares, ni invasión de ninguna ZLAN (Zona Libre de Armas Nucleares).
Lo cierto es que las declaraciones de la administración Obama han venido a exaltar los ánimos, en vez de apaciguarlos, frente a una realidad que, hasta hoy, no excitaba a nadie. Corea del Norte, Siria e Irán fueron firmantes del TNP y son el claro ejemplo de cómo el que quiere una bomba la puede fabricar, adquirir, almacenar y poseer; son el patente caso de cómo se puede violar el espíritu y la letra del TNP, a pesar de jurar fidelidad al mismo.
Lo cierto es que la cuestión debería ser: Armas Nucleares o todos o ninguno; y que ganara el ninguno por unanimidad. Pero, como eso no es posible debemos centrar el problema en lo importante. Y lo importante no es que Israel firme o no el TNP, porque además puede hacer como otros países y seguir incumpliéndolo a pesar de haberlo suscrito. Ni siquiera el problema son los programas nucleares, ya que, al fin y al cabo, las naciones que los tienen son porque las apoyan cualquiera de los cinco estados miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y ellos mismos les venden los materiales y la tecnología necesarios. El verdadero problema son los regímenes que poseen esos programas. Nadie tiene la misma sensación si hablamos de una bomba francesa o de una bomba pakistaní. Por el simple hecho de que Francia es una democracia asentada y Pakistán va camino de la talibanización y el radicalismo islámico extremo. No es lo mismo hablar del programa nuclear en Israel que del programa nuclear en Irán. Israel es una democracia y un país civilizado y cauteloso, mientras que Irán es una república islámica con ambiciones hegemónicas, dispuesta a emplear a grupos terroristas para conseguir sus objetivos y que no dudaría en usar su programa nuclear para expandir su influencia, le pesase a quién le pesase.
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