martes, 1 de abril de 2008

El Terrorismo como Estrategia Económica (Primera Parte)

El propio título: “El Terrorismo como estrategia económica”, dice mucho de la idea que se pretende desarrollar en estas páginas.
Que el terrorismo existe, que existen los grupos terroristas, la política del terror, los atentados y sus consecuencias, no es nada nuevo y no pasa desapercibido a nuestros sentidos y al día a día de nuestras efímeras vidas que cada vez adquieren menos valor.
Pero, de eso mismo, del valor, poco sabemos o poco nos paramos a pensar cuando hablamos del terrorismo, de sus motivaciones y de sus consecuencias. ¿Cómo se financian los grupos terroristas? ¿Quién o quienes costean los atentados? ¿Existe un entramado o red de financiación del terrorismo? ¿Cómo se lucha contra este fenómeno? Estas y muchas otras preguntas han rondado la cabeza de muchos sin encontrar respuesta hasta hoy día.

La financiación del terrorismo se ha convertido, especialmente a partir de los atentados del 11 de septiembre sobre el World Trade Center, en una prioridad en las agendas políticas nacionales de algunos Estados y en una prioridad internacional de carácter urgente. Sin embargo y a pesar de la imagen que se ofrece a través de los medios de comunicación y de las autoridades gubernamentales, la lucha contra la financiación del terrorismo no está dando los resultados esperados. En un inicio, la premisa de la que se partía era muy sencilla: si seguimos el rastro del dinero, podremos cortar los medios a través de los cuales se alimentan y desarrollan los grupos terroristas, y la consecuencia lógica será la progresiva decadencia y debilidad de los mismos para conseguir finalmente su inactividad. Medidas urgentes se han puesto en marcha desde los atentados del 11S a nivel internacional y tas el 11M a nivel europeo, para mejorar el control financiero y económico relacionado con el terrorismo. Después de un tiempo, los resultados no han sido optimistas.

Hoy en día nos encontramos con lo que se ha venido a denominar la “Nueva Economía del Terror”. Una economía, en parte subversiva y en parte paralela o inmersa incluso en la economía internacional y los flujos legales de bienes y divisas. Un entramado de empresas, entidades bancarias, pequeños negocios, aportaciones particulares y corporativas y crimen organizado, que se vale de la debilidad de algunos Estados y de los intereses de otros, para fomentar el vivero del terrorismo.
La globalización, las nuevas tecnologías, el nuevo orden internacional, la supresión de fronteras, el flujo masivo de los nuevos y veloces medios de transporte, el cambio geoestratégico tras el mundo bipolar de la Guerra Fría; estos factores son la principal base para que el terror económico genere y redistribuya riqueza para sus maléficos fines.
El terror se ha convertido en un sistema económico internacional, bajo el amparo de la yihad y de los grupos armados islamistas, bajo el amparo de los feudos de los grupos armados a través del mundo, bajo el amparo de gran número de negocios legítimos gestionados por organizaciones armadas, bajo el amparo de obras de beneficencia, caridad, asociaciones y ONGs y bajo el amparo del crimen organizado y el delito común o la delincuencia menor.

La red internacional de blanqueo de capitales y crimen organizado, en donde el tráfico de personas, armas y drogas estaba hasta hace poco bien diferenciado, ahora escapa totalmente al control policial y estatal. Es imposible en muchos casos diferenciar el blanqueo de capitales provenientes del terrorismo, del proveniente de la cocaína colombiana, el hachís marroquí, el opio afgano, las armas de Europa del este o los inmigrantes subsaharianos o de la Asia sur oriental.

Cuatro son las principales fuentes de financiación del terrorismo y los grupos terroristas: el apoyo estatal y las subvenciones de los Estados, las fuentes legales y negocios legítimos, el crimen organizado y la delincuencia común.
Hasta hace pocos años el apoyo de los Estados y la delincuencia común partían, una como principal fuente de financiación y la otra como una pequeña fuente pero muy utilizada y que generaba más sugestión, riesgos y apariencia de debilidad a los terroristas, convirtiéndolos, en muchas ocasiones, en criminales locales.
El blanqueo de capitales y las redes legales de financiación son hoy en día el quebradero de cabeza de los que se dedican en cuerpo y alma a la tenaz lucha contra el terrorismo, la financiación terrorista y la nueva economía del terror.
Sin embargo, no debemos olvidar que uno de los terrorismos que más daño ha hecho a la humanidad a lo largo del siglo XX ha sido el temible terrorismo de Estado. La debilidad de algunos y los intereses de otros siguen hoy aupando a los grupos terroristas y dándoles alas en forma de indulgencia y unidades monetarias. Y no hablamos sólo de los sabidos feudos del terror como Sudán, Afganistán, Palestina o Sierra Leona. Tampoco de países que de manera “indirecta” ceden terreno y poder al terror, como puede ser el caso de Colombia, Argelia o Mauritania. Ni siquiera de países que han apoyado a grupos terroristas o que han practicado el terrorismo estatal en busca de supuestos fines lógicos y generales que justificaban medios ilegítimos, como pueden ser los Estados Unidos, Rusia, Argentina, Nicaragua, Cuba, Chile o incluso Francia en su día. Nos referimos a nuestro propio país, España. Que con su ineficacia política y parsimonia judicial permite que grupos como Asociación Nacionalista Vasca o el Partido Comunista de las Tierras Vascas, así como pequeños grupos de la izquierda abertzale, o asociaciones pro etarras como las herriko tabernas y otras, estén legalizados y recibiendo suculentas y sustanciosas subvenciones del Gobierno Vasco, del Parlamento Vasco, de las Diputaciones Forales, de los Ayuntamientos e incluso de los fondos de la Unión Europea.

Hablamos además no sólo de “actos de violencia para infundir terror”, que es como el Diccionario de la Real Academia Española define el terrorismo, sino de actos sutilmente programados en países claves, en entidades clave, en corporaciones clave, en centros y ciudades clave. Actos de terror producidos en lugares y días específicos, muy bien estudiados. Que no sólo buscan infundir terror. Que no sólo tienen fines políticos o geográficos. Sino que establecen una marcada pauta y unas minuciosamente estudiadas consecuencias económicas, financieras y geoestratégicas. Hablamos de una economía en rápido crecimiento, que duplica anualmente el Producto Interior Bruto del Reino Unido. Estamos ante un nuevo modelo de economía que no lucha por competir con las demás economías, sino que pretende derrocar y aniquilar a los demás modelos con el miedo, la destrucción, el desgaste y la muerte.
Y para comprender este fenómeno en el que estamos inmersos debemos antes saber qué es el terrorismo, quiénes son los terroristas, cuáles son los grupos terroristas, y posteriormente, saber cuáles son nuestras armas ante ellos, qué leyes nos amparan, qué leyes los inculpan, y en qué posición estamos ahora mismo.

El Atalayón y Sania Ramel. La Aviación que resistió a la sublevación en el Protectorado








De todos es sabido la importancia que han tenido en la historia reciente de la humanidad los avances aeronáuticos, y conocemos los nombres propios de los grandes héroes de la aviación que lucharon hasta perder la vida por esas grandes potencias económicas y tecnológicas, como son: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania e incluso Italia.

Pero, en nuestro incesante complejo de españoles de a pie y en ese afán por no sacar a flote algunas páginas de la historia de España, no nos hemos dado cuenta de que ninguna de esas potencias de la aviación serían hoy en día nada sin la enorme contribución, en los comienzos de la historia aeronáutica, de las tropas del aire, los aviadores y los ingenieros españoles, sobre todo en el Protectorado español en el Norte de África.

La heroica y eficaz actuación de los aviadores en la larga y penosa guerra que sostuvo nuestro país para pacificar los territorios africanos, apenas es recordada por las generaciones que les han seguido.

Aunque, si nos basamos en cifras y en hechos históricos concretos, es sorprendente la vital importancia de España en el desarrollo aeronáutico que dejará boquiabierto al mundo en el transcurso de las dos devastadoras guerras mundiales.

Sin ir más lejos, los aeródromos de Sania Ramel, en las proximidades de Tetuán, de Arcila en Larache y de Zeluán en Melilla, son junto con el aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid, de los primeros campos de aviación militar del mundo y unos de los más importantes y concurridos de la época. Gracias a ellos tiene lugar el 5 de noviembre de 1913, sobre las posiciones rebeldes de Alucien, el primer ataque con bombas desde aviones de la Historia.

De estos históricos aeródromos salieron los valientes aviadores que lucharon, sin apenas medios, en gloriosas contiendas como las de 1913 y 1914 en el protectorado español, el Desastre de Annual en 1921 o el Desembarco de Alhucemas en 1925, demostrando en todas ellas que la Aviación Militar Española se había convertido en un arma de gran contundencia.

Este esfuerzo, sacrifico y heroísmo de los aviadores españoles queda refrendado en distinciones como la Medalla Militar colectiva que recibe el Grupo de Escuadrillas de Aviación de Melilla, las 11 Laureadas de San Fernando otorgadas a distintos pilotos, así como otras muchas condecoraciones al valor y al servicio a la Patria.

Pero sin duda, la acción más señalada y que más honra a los hombres españoles que sobrevolaban el Norte de África escribiendo páginas de sudor y sangre en la Historia de nuestro país, es la acontecida en las leales base de Hidros de Do-Wal de El Atalayón, Melilla, y Aeródromo Sania Ramel, Tetuán, tras la sublevación militar que en el verano de 1936 dio paso a los disparos que incendiarían el mundo con la Guerra Civil española.


La tarde del 17 de julio de 1936 se iniciaba en Melilla el motín militar que pretendía derrocar al Frente Popular y a la República. Hacía dos semanas que el capitán Virgilio Leret Ruiz había aterrizado en la Mar Chica como jefe accidental de la Base de Hidroaviones de El Atalayón.
Más de la cuarta parte de la tropa gozaba del permiso estival y los motores de los hidros Savoia S-16 y los diferentes Dornier estaban desmontados por problemas en los reductores. Aun así, el capitán Leret Ruiz y su pequeño grupo de valientes subordinados salen al paso de las numerosas tropas moras de Regulares y los infantes sublevados que por sorpresa lanzan un duro ataque contra la desguarnecida base.
Hizo falta que se agotasen las municiones, tras más de tres horas de contienda, para que, aun durando el tiroteo y bajo la mirada cercana de su mujer y sus dos hijas, el capitán Virgilio Leret Ruiz, con gran arrojo y sangre fría, saliera al encuentro de los insurrectos y arrojara su revólver vacío a los pies del capitán de Infantería Alfredo Corbalán.

La noticia de estos acontecimientos, en donde tuvieron lugar las dos primeras bajas de la Guerra Civil española, llegó a oídos del comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, primo hermano de Franco y jefe de las Fuerzas Aéreas con base en el aeródromo de Sania Ramel, a escasos kilómetros de Tetuán.
De la Puente presupone que esa misma noche será atacado el aeródromo, habida cuenta de que había sido elegido para el aterrizaje del Dragon Rapide que transportaría al General Franco, procedente de Canarias, para tomar el mando de las tropas sublevadas en el Norte de África.
Por eso toma medidas para intentar retrasar la entrada en el aeródromo de los insurgentes y de este modo permanecer fiel a la República. Así, tras detener a los oficiales adeptos al Golpe, envía a uno de sus capitanes con varias camionetas por la carretera de Ceuta, para que las haga volcar en un puente cercano, impidiendo el paso de las tropas amotinadas. Hace iluminar la carretera con los faros del resto de vehículos disponibles e instala cuatro ametralladoras sobre una torreta de la base.
Todo está preparado para hacer frente, en la medida de lo posible, al ejército rebelde, y los 25 hombres a cargo del comandante De la Puente esperan ahora la llegada de las aeronaves de apoyo que el presidente del Gobierno, Casares Quiroga, ha prometido que vendrán desde Madrid, pero que nunca llegaron.
Tras plantar cara a los numerosos efectivos de Regulares de Sáenz de Buruaga, en donde algunos de sus hombres resultaron heridos, De la Puente Bahamonde decide enarbolar la bandera blanca, no sin antes inutilizar los aviones de la base, los míticos Breguet XIX, rompiendo sus depósitos de gasolina, radiadores y trenes de aterrizaje, para que no pudieran ser usados por los aviadores implicados en el motín.

Ambos emplazamientos permanecieron fieles al régimen legítimo y pusieron toda la resistencia posible, en una clara inferioridad, a las fuerzas de sublevación en el Protectorado español. Todos los hombres del aire que defendieron con valentía y honor sus vidas, sus aviones y su Gobierno, fueron fusilados durante la Guerra Civil. Desde entonces y hasta hace escasos años, las voces de la verdad han permanecido en silencio y las páginas de la Historia en blanco, tras muros de falsedad, represión y conformismo. Pero es justo recordar que España tiene un nombre importante en la historia de la aviación y que El Atalayón y Sania Ramel deben ser recuerdo imborrable en la de nuestro país.